16 d’abr. 2013

'ESCRACHE', FONTANA, SAMPEDRO... Y LA THATCHER


Foto: Imatges Google
Tuve conocimiento del ‘escrache’ con otro término, el de ‘funa’, que es como se conoce dicha manifestación pacífica en Chile. Fue en un documental en el que los familiares de desaparecidos de este país andino en los años duros del régimen de Pinochet se dedicaban a levantar liebres que en otro tiempo fueron militares con los colmillos ensangrentados. Los perseguían por la calle con una contención moral y física encomiable que lo ponían a uno al borde del llanto y, de paso, lo congraciaban con la humanidad. Tenían motivos más que sobrados para descuartizar a aquellos viles asesinos allí mismo y, sin embargo, hacían gala de una civilizada imperturbabilidad.
Ahora que por otras razones igual de siniestras el ‘escrache’ ha llegado a España el gobierno se ha apresurado a tomar medidas para perpetuar la impunidad de esas diabólicas marionetas que, bajo el disfraz de políticos, actúan en connivencia con los poderosos. Y, naturalmente, no me he podido resistir a buscar un poco de luz en quienes han venido advirtiendo y denunciando con claridad meridiana el progresivo deterioro de la falsa sociedad idílica en la que vivíamos. Es el caso del historiador Josep Fontana. Este sabio humanista no duda en afirmar que si en los últimos doscientos cincuenta años, además de en un rápido progreso, hemos avanzado en los terrenos de las libertades y del bienestar de la mayoría no ha sido por una regla interna de la evolución humana sino como resultado de muchas luchas colectivas. Ni las libertades políticas ni las mejoras económicas se han conseguido por una concesión de los grupos dominantes, sino a costa de revueltas y revoluciones. Desgraciadamente, esta evolución se invirtió a partir de los años setenta del siglo XX, después de la crisis del petróleo, que sirvió de pretexto para iniciar el cambio. Aunque los sindicatos lo lograron retrasar una década, los empresarios, bajo la tutela de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher, decidieron entonces que había llegado el momento de darle la vuelta al calcetín y de desguazar el estado del bienestar y limitar el papel de los gobiernos en el control de la economía. Por culpa de esa labor de zapa hemos llegado a la situación actual.
¿No es lícito, pues, que nos indignemos como lo hicieron hace un par de años los tristemente recién desaparecidos Stéphane Hessel y José Luis Sampedro? El enemigo se va concretando. Cada vez tenemos más claro que no nos estamos enfrentando a unos imaginarios molinos de viento, como don Quijote. El daño que se nos inflige es real; pocos son los que no lo sufren a diario en sus propias carnes. Y aunque la complejidad del mundo dificulte distinguir quién manda y quién decide, la peor actitud es la de la indiferencia. Sampedro empleó sus últimas fuerzas para recordarnos que de la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y que de ella precisamente tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. No nos dejemos arrebatar esa saludable –y efectiva– medida de protesta que es el ‘escrache’. Que cunda el ejemplo de alguien que se ha ido con el consuelo de haber sobrevivido a la Thatcher. Aunque sólo haya sido por un día.

P.D.: Tras un año y cuatro meses de silencio, he decidido reabrir este blog para dar cabida a aquellos posts que, por su contenido, puedan herir la sensibilidad de cualesquiera otros (blogs) en los que se me acepte como colaborador. Me niego a cargar con huérfanos por su condición de díscolos si existe un lugar donde acogerlos.